Juan José Millás, un destacado escritor español, ha compartido sus pensamientos sobre la identidad, el azar y el proceso creativo en su reciente obra ‘Ese imbécil va a escribir una novela’. En una conversación profunda, Millás explora la naturaleza del yo y cómo este se ve influenciado por las percepciones de los demás.
Desde su perspectiva, el yo no es un concepto fijo, sino que está en constante cambio. «Nuestro yo no es nuestro; nos piensan los demás», afirma, sugiriendo que la identidad está moldeada por las interacciones sociales y las experiencias de vida. Esta idea resuena con la famosa cita de Rimbaud: «Yo soy otro», que Millás utiliza para enfatizar la fragmentación de la identidad.
La complejidad del ser humano es un tema recurrente en su obra. Millás reflexiona sobre cuántos ‘yoes’ pueden existir dentro de una sola persona. «Es un misterio», dice, aludiendo a cómo, a pesar de que nuestras células cambian constantemente, el recuerdo de nuestra infancia permanece como parte de nuestra identidad. Este dilema sobre la continuidad del yo es un punto central en su narrativa.
El azar también juega un papel crucial en la vida de Millás. Él sostiene que las coincidencias y el destino son factores que rigen nuestras vidas de manera más significativa de lo que nos gustaría admitir. «Vivimos con la ilusión de que funciona la planificación», dice, y añade que, en realidad, somos como «un barco a la deriva». Esta visión del azar se entrelaza con su comprensión de la escritura, donde el conflicto y la angustia son motores creativos.
Millás también aborda la percepción de la literatura y su relación con el periodismo. Para él, el periodismo es un campo que ha influido profundamente en su escritura, a menudo más que la novela misma. «El periodismo casi todo», afirma, destacando que las novelas son raramente encargadas, lo que las convierte en un esfuerzo heroico. La disciplina necesaria para escribir una novela, que puede llevar años, es comparable a «cavar» en términos de esfuerzo y dedicación.
En su obra, Millás se presenta como un autor que desafía las convenciones literarias. Habla de una «lucha de clases» entre la alta literatura y la novela más accesible, cuestionando quiénes son considerados los verdaderos intelectuales. Esta crítica se extiende a la percepción de que los «imbéciles» han ganado la batalla en el mundo actual, un comentario mordaz sobre la dirección de la sociedad contemporánea.
La angustia, o más bien el conflicto, es un tema que Millás considera esencial para la creación literaria. Sin conflicto, sostiene, no hay literatura. Esta idea se refleja en su propia experiencia, donde la escritura se convierte en un medio para lidiar con el extrañamiento que siente hacia la vida. «Escribo para curarme del extrañamiento que sufro desde niño», confiesa.
En cuanto a la muerte, Millás revela que ha comenzado a verla con menos temor y más curiosidad. La idea de desaparecer, de dejar de estar, le parece incluso atractiva. Esta reflexión sobre la muerte se entrelaza con su visión de la vida como un fenómeno raro y a menudo desconcertante.
A pesar de su éxito y reconocimiento, Millás se muestra indiferente hacia la posteridad. «La posteridad me la pela», dice, sugiriendo que su enfoque está más en el proceso de creación que en cómo será recordado. Este desdén por la fama se refleja en su deseo de ser un híbrido entre Kafka y Houdini, dos figuras que, a su manera, también desafiaron las normas de su tiempo.
Finalmente, Millás se enfrenta a la pregunta de cuántas novelas y reportajes le quedan por escribir. Con un tono reflexivo, menciona que, según el cálculo biológico, le quedan dos o tres novelas y un reportaje definitivo que le satisfaga. Esta mirada hacia el futuro, marcada por la incertidumbre y el azar, encapsula su filosofía de vida y escritura, donde cada palabra y cada historia son un intento de entender el caos de la existencia.