El 11 de abril de 2003, la Fundación de la Catedral de Santa María de Vitoria organizó un evento memorable que cerraba su ciclo ‘Encuentros en la Catedral’. En esta ocasión, el protagonista fue el célebre escritor Mario Vargas Llosa, quien había lanzado recientemente su obra ‘El Paraíso en la otra esquina’. La atmósfera en el Teatro Principal era electrizante, con cada asiento ocupado por un público ansioso por escuchar al maestro de las letras.
El evento fue presentado por César Coca, quien tuvo la oportunidad de conocer a Vargas Llosa en un encuentro previo. Coca recuerda cómo, a pesar de la gran fama del autor, Vargas Llosa se mostró siempre accesible y respetuoso, incluso en momentos difíciles. En la charla, Vargas Llosa se adentró en temas profundos, desde la historia de las catedrales hasta las utopías que han guiado a personajes como Flora Tristán y Paul Gauguin, protagonistas de su novela.
La conversación fluyó con naturalidad, y Vargas Llosa, sin necesidad de un guion, cautivó a la audiencia con su narrativa. Habló sobre la importancia de las catedrales en la Edad Media, describiendo cómo estas estructuras no solo eran lugares de culto, sino también símbolos de aspiraciones humanas. Su relato se tornó personal al mencionar su propia historia familiar y las influencias que lo llevaron a convertirse en el escritor que es hoy.
Durante casi una hora, el público permaneció en un silencio reverente, absorto en las palabras del autor. Vargas Llosa no solo compartió su conocimiento literario, sino que también ofreció una lección de vida. En un momento de la charla, reflexionó sobre la muerte y la vida, sugiriendo que es esencial vivir como si la muerte fuera un accidente, algo que puede ocurrir, pero que no debe dominar nuestra existencia.
La conexión entre Vargas Llosa y su audiencia fue palpable. Cada anécdota, cada reflexión, resonaba en los corazones de quienes lo escuchaban. La experiencia fue más que una simple presentación de un libro; fue un viaje a través de la mente de un narrador excepcional que ha dedicado su vida a explorar la condición humana.
En un encuentro posterior, César Coca tuvo la oportunidad de visitar a Vargas Llosa en su hogar en Madrid. A pesar de la tristeza por la reciente pérdida de un amigo, el autor se mostró generoso y acogedor. Coca recuerda cómo Vargas Llosa lo invitó a quedarse en su casa mientras él y su esposa asistían a un funeral, un gesto que habla de su carácter amable y humano.
Durante esta visita, Vargas Llosa compartió sus pensamientos sobre la vida y la muerte, revelando una vulnerabilidad que contrasta con su imagen pública. Esta conversación íntima dejó una huella profunda en el periodista, quien se sintió privilegiado de ser testigo de la humanidad del escritor.
La figura de Vargas Llosa trasciende su obra literaria. Es un hombre que ha vivido intensamente, que ha enfrentado desafíos y ha encontrado en la escritura una forma de entender el mundo. Su legado no solo se encuentra en sus libros, sino también en las memorias de aquellos que tuvieron la suerte de cruzarse en su camino.
El impacto de su muerte, ocurrida años después de aquel encuentro en la Catedral de Vitoria, ha dejado un vacío en el mundo literario. Sin embargo, su obra sigue viva, iluminando a nuevas generaciones de lectores y escritores. Vargas Llosa no solo fue un maestro de la narrativa, sino también un narrador de la vida misma, un hombre que supo conectar con su audiencia de una manera única y profunda.