La historia de las mujeres que pasaron por los campos de concentración nazis, en particular Mauthausen, es un capítulo oscuro y a menudo olvidado de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de su valentía y sufrimiento, sus relatos han sido relegados al olvido, eclipsados por las narrativas predominantes que se centran en los hombres. Sin embargo, la investigación reciente ha comenzado a arrojar luz sobre sus experiencias, revelando historias de resistencia, sufrimiento y, en algunos casos, de reencuentro en medio del horror.
Una de las obras más significativas en este ámbito es la tesis de Amalia Rosado, que se ha convertido en el libro ‘Españolas en los campos nazis’. En este texto, Rosado destaca que el número exacto de mujeres que pasaron por Mauthausen nunca se conocerá con certeza. Esto se debe a varios factores, como los traslados constantes entre campos, la falta de documentación adecuada y el uso de alias por parte de muchas de ellas. Las mujeres que llegaron a Mauthausen no solo enfrentaron las atrocidades comunes a todos los prisioneros, sino que también sufrieron una violencia específica que incluía abusos sexuales y experimentos médicos.
Entre las historias que se narran, destacan las de Dolores García Echevarrieta y Alfonsina Bueno, dos mujeres que, a pesar de sus diferentes trayectorias, comparten el mismo destino trágico. Dolores, quien fue secretaria de Pablo Neruda en la Embajada de Chile en París, y Alfonsina, una anarquista de Zaragoza, llegaron a Mauthausen el 7 de marzo de 1945, tras un viaje desgarrador de cinco días desde Ravensbruck. Hacinadas en vagones, fueron tratadas como animales, sin saber que sus esposos también estaban en el campo, aunque en subcampos diferentes.
El reencuentro de Alfonsina con su esposo, Josep Ester, en las duchas del campo es uno de los momentos más emotivos de sus relatos. Después de años de separación, se encontraron en un lugar que simbolizaba la deshumanización y el sufrimiento. Sin embargo, este encuentro no trajo consigo la esperanza de una vida normal, ya que ambas mujeres fueron rápidamente asignadas a trabajos forzados en condiciones inhumanas. Alfonsina fue enviada a la cantera, donde la muerte era una constante, mientras que Dolores tuvo que desescombrar una vía férrea bajo bombardeos constantes.
La resistencia de estas mujeres es notable. A pesar de las condiciones extremas, Dolores y sus compañeras se declararon en huelga, lo que sorprendió a sus captores nazis. Sin embargo, la represalia fue brutal: las prisioneras fueron encerradas sin comida ni agua. La solidaridad entre ellas fue crucial para su supervivencia, ya que algunos compañeros lograron hacerles llegar alimentos y ropa.
El destino de estas mujeres tras la liberación de Mauthausen también es revelador. Dolores y Joaquín, su esposo, sobrevivieron al campo, pero su vida en París terminó trágicamente debido a un escape de gas en su hogar. Por otro lado, Alfonsina se divorció de Josep dos años después de su liberación, lo que refleja las profundas cicatrices que la experiencia del campo dejó en sus vidas.
Las historias de estas mujeres no solo son un testimonio de su sufrimiento, sino también de su valentía y resistencia. A medida que se publican más investigaciones y relatos sobre las mujeres en Mauthausen, se hace evidente que su contribución y sufrimiento durante la guerra deben ser reconocidos y recordados. La historia de la Segunda Guerra Mundial no está completa sin la inclusión de estas voces, que han sido silenciadas durante demasiado tiempo. La lucha por la memoria y el reconocimiento de las mujeres en los campos de concentración es un paso crucial hacia la justicia histórica y la reparación de un pasado que aún resuena en el presente.