La reciente liberación de Joaquín Ferrándiz, conocido como ‘Ximo’, ha generado una ola de preocupación en el País Vasco. Este individuo, que cumplió 25 años de prisión por violar y asesinar a cinco mujeres en la década de los 90, ha sido objeto de un control intensificado por parte de la Ertzaintza, la policía autonómica. Su historia, marcada por la brutalidad y la manipulación, plantea interrogantes sobre la rehabilitación de los delincuentes sexuales y la seguridad pública.
### Un Pasado Oscuro
Joaquín Ferrándiz, apodado ‘el asesino del círculo’, fue condenado por una serie de crímenes horrendos que dejaron una profunda huella en la sociedad española. Entre 1995 y 1996, Ferrándiz se dedicó a cazar a sus víctimas, principalmente mujeres jóvenes, a las que abordaba tras provocar accidentes de tráfico o desinflar las ruedas de sus coches. Una vez que las chicas se encontraban en una situación vulnerable, él se ofrecía a ayudarles, llevándolas a lugares apartados donde cometía sus crímenes. Los cuerpos de sus víctimas fueron encontrados en condiciones desgarradoras, lo que llevó a la policía a clasificarlo como un psicópata.
Su detención en 1998 fue el resultado de una investigación exhaustiva por parte de la Guardia Civil, que había estado rastreando una serie de homicidios en la región. A pesar de que inicialmente confesó solo dos de los crímenes, eventualmente admitió su culpabilidad en todos ellos. La Fiscalía solicitó una condena de 163 años, pero Ferrándiz fue sentenciado a 69 años, de los cuales cumplió 25 como preso modelo. Su comportamiento en prisión fue descrito como estable y colaborativo, lo que le permitió obtener la libertad condicional.
### La Vida Después de la Prisión
Desde su liberación en julio de 2023, Ferrándiz ha intentado llevar una vida normal, mudándose a Irún y luego a Andoain. Sin embargo, su pasado lo persigue. La Ertzaintza ha intensificado su vigilancia debido a la naturaleza de sus crímenes y a la posibilidad de que pueda reincidir. A pesar de haber prometido no volver a Castellón, su lugar de origen, ha sido visto en entornos que podrían ponerlo en contacto con mujeres jóvenes, lo que ha encendido alarmas entre las autoridades.
La policía ha observado comportamientos preocupantes, como la presencia de un rollo de papel de cocina en su vehículo y su actividad en aplicaciones de citas. Estos indicios han llevado a los agentes a temer que Ferrándiz pueda estar buscando nuevas víctimas. Además, se ha reportado que mantiene una relación problemática con una mujer, quien ha presentado denuncias por acoso, lo que añade otra capa de preocupación sobre su reintegración en la sociedad.
La historia de Ferrándiz plantea preguntas difíciles sobre la rehabilitación de los delincuentes sexuales. ¿Es posible que alguien con un historial tan violento pueda cambiar sin un tratamiento adecuado? La falta de participación en programas de rehabilitación durante su tiempo en prisión sugiere que su reintegración podría ser más complicada de lo que parece. La Ertzaintza, consciente de su pasado, ha decidido actuar con cautela, intensificando su vigilancia y monitoreando sus movimientos.
### La Reacción de la Sociedad
La comunidad en el País Vasco ha reaccionado con inquietud ante la liberación de Ferrándiz. La posibilidad de que un asesino en serie camine libremente entre ellos ha generado un debate sobre la seguridad pública y la efectividad de los sistemas de rehabilitación. Muchos ciudadanos expresan su desconfianza hacia el sistema judicial y su capacidad para manejar a delincuentes de esta naturaleza.
Los expertos en criminología y psicología forense han señalado que la reintegración de delincuentes sexuales es un tema complejo. La rehabilitación no solo depende de la voluntad del individuo, sino también de la disponibilidad de recursos y programas adecuados que puedan abordar las raíces del comportamiento criminal. Sin embargo, en el caso de Ferrándiz, su falta de participación en tales programas durante su encarcelamiento plantea dudas sobre su capacidad para controlar sus impulsos.
La vigilancia de la Ertzaintza es un intento de equilibrar la reintegración de Ferrándiz en la sociedad con la necesidad de proteger a las posibles víctimas. Este caso resalta la importancia de un enfoque más integral en la gestión de delincuentes sexuales, que incluya no solo la condena y el encarcelamiento, sino también un seguimiento y apoyo adecuados tras su liberación. La sociedad debe estar alerta y exigir medidas que garanticen la seguridad de todos, especialmente de aquellos que podrían ser vulnerables a la violencia de género.
La historia de Joaquín Ferrándiz es un recordatorio escalofriante de los peligros que pueden surgir cuando el sistema falla en su deber de proteger a la sociedad. La vigilancia continua y la atención a su comportamiento son esenciales para prevenir que la historia se repita.
