La privacidad se ha convertido en un tema candente en la actualidad, especialmente en un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados. Carissa Véliz, profesora asociada de Filosofía y Ética en la Universidad de Oxford, ha sido una voz destacada en este debate. Su libro ‘Privacidad es poder’, publicado en 2020, alerta sobre los peligros que las empresas tecnológicas representan para la privacidad de los ciudadanos. En una reciente charla, Véliz compartió su perspectiva sobre cómo las redes sociales y el manejo de datos afectan nuestra vida cotidiana y la importancia de ser conscientes de ello.
La profesora señala que, aunque las redes sociales son omnipresentes, no debemos aceptar su uso sin cuestionar. Aconseja a los usuarios que se informen sobre las herramientas que utilizan y que consideren alternativas más seguras. Por ejemplo, sugiere el uso de aplicaciones como Signal en lugar de WhatsApp, destacando que la diferencia en términos de privacidad es significativa. La clave, según Véliz, es ser conscientes de los riesgos y exigir más como consumidores. En un mundo donde la información personal se convierte en un producto, es esencial entender qué datos estamos compartiendo y las implicaciones que esto puede tener en nuestra vida.
Uno de los puntos más preocupantes que Véliz menciona es la falta de conciencia sobre la privacidad, especialmente entre los jóvenes. Muchos de ellos han crecido en un entorno donde la privacidad es un concepto ajeno. La filósofa observa que hay una generación que nunca ha experimentado lo que es tener privacidad, lo que plantea serias preguntas sobre el futuro de la sociedad. Sin embargo, también nota un cambio positivo: algunos jóvenes están eligiendo alejarse de las redes sociales, buscando una vida más equilibrada y menos expuesta. Este cambio de mentalidad podría ser un indicativo de que, poco a poco, la sociedad comienza a valorar la privacidad de nuevo.
La adicción a los dispositivos móviles es otro tema que Véliz aborda con preocupación. Reconoce que es difícil desconectarse por completo, pero enfatiza la importancia de valorar las interacciones analógicas. Las relaciones personales, la conexión con la naturaleza y la vida fuera de las pantallas son aspectos que no deben ser olvidados. La presión por compartir cada detalle de nuestras vidas en línea ha llevado a una cultura de exhibicionismo que, según ella, es perjudicial. La narrativa de que la transparencia es sinónimo de virtud ha sido promovida por las empresas tecnológicas, pero Véliz cree que esta percepción está comenzando a cambiar a medida que las personas se enfrentan a las consecuencias de la falta de privacidad.
Desde un punto de vista regulatorio, Véliz propone que no deberíamos permitir la compra y venta de datos personales, argumentando que esto debería ser tan inaceptable como la compra de votos. La regulación en este ámbito es compleja, y aunque en el pasado hubo avances, actualmente parece que las barreras son más altas. Sin embargo, también observa que algunas empresas están comenzando a ver la privacidad como una ventaja competitiva, lo que podría impulsar un cambio positivo en la industria. La presión social y la demanda de privacidad son fundamentales para que las empresas reconsideren sus prácticas.
La diferencia en el tratamiento de las empresas tecnológicas entre Estados Unidos y Europa es otro tema que Véliz destaca. Mientras que en Europa se intenta regular de manera más estricta, en Estados Unidos la presión parece estar influyendo en el debate sobre la privacidad. Véliz aboga por una mayor defensa de los valores europeos en el ámbito tecnológico, sugiriendo que es crucial desarrollar tecnologías que respeten la privacidad y los derechos humanos.
La concentración de poder en manos de unas pocas empresas tecnológicas también es motivo de preocupación. Véliz menciona que cinco hombres en la costa oeste de Estados Unidos controlan gran parte de este poder, lo que plantea preguntas sobre la equidad y la diversidad en la industria. La filósofa argumenta que las mujeres, en particular, son más conscientes de los riesgos asociados con la falta de privacidad, lo que resalta la necesidad de una representación más equitativa en el sector tecnológico.
La transformación digital también ha impactado a los medios de comunicación, que deben adaptarse a esta nueva realidad. Véliz señala que muchos periodistas carecen de una comprensión adecuada sobre la privacidad, lo que puede poner en riesgo tanto a ellos como a sus fuentes. La falta de privacidad puede amenazar la democracia y el periodismo, y es esencial que los medios se comprometan a proteger la privacidad de sus lectores y fuentes. La educación sobre privacidad y la presión para que las condiciones mejoren son pasos necesarios para avanzar en este ámbito.
Finalmente, Véliz plantea que el periodismo de investigación se enfrenta a desafíos sin precedentes en la era digital. La dificultad para proteger la identidad de las fuentes y la creciente vigilancia hacen que sea más complicado realizar investigaciones significativas. La privacidad es un pilar fundamental de la democracia, y su ausencia puede tener consecuencias devastadoras para la libertad de expresión y el derecho a la información.