La cultura asturiana se encuentra en un momento crucial, según Jorge Fernández León, un destacado experto en políticas culturales. En una reciente entrevista, Fernández León expone la necesidad de un cambio significativo en la forma en que se aborda la cultura en Asturias, especialmente en el contexto de la candidatura de Oviedo a la Capitalidad Cultural.
El papel de la cultura en la sociedad asturiana es fundamental, no solo como un medio de expresión artística, sino también como un vehículo para la cohesión social y el desarrollo comunitario. Fernández León destaca que la cultura no debe ser vista como un lujo, sino como un elemento esencial que debe recibir apoyo tanto del sector público como del privado.
Uno de los puntos más críticos que menciona es la pérdida de liderazgo cultural que ha experimentado Gijón en comparación con Oviedo. A su juicio, Gijón ha dejado de ser un referente en el dinamismo cultural de Asturias, lo que plantea interrogantes sobre su futuro y su identidad como ciudad. Fernández León subraya que la falta de una visión clara y de un consenso en torno a la cultura puede llevar a una pérdida irreversible de oportunidades.
La reciente renovación de direcciones en varias instituciones culturales, como el Museo de Bellas Artes y Laboral Centro de Arte, se presenta como una oportunidad para reestructurar y revitalizar el panorama cultural asturiano. Fernández León argumenta que estas instituciones deben adaptarse a las nuevas realidades y demandas de la sociedad contemporánea, incorporando la digitalización y las nuevas formas de consumo cultural que han surgido en las últimas dos décadas.
En este sentido, el experto también menciona la importancia de fomentar un diálogo constructivo entre diferentes sectores políticos y sociales. La cultura, a menudo vista como un campo de confrontación política, debería ser un espacio de encuentro y colaboración. Fernández León sostiene que es posible encontrar puntos en común entre visiones políticas diversas, siempre que se priorice el diálogo y la convivencia.
Sin embargo, el camino hacia una cultura más inclusiva y participativa no está exento de desafíos. La falta de un plan estratégico claro para las instituciones culturales, como el caso del Museo Piñole y el proyecto de Tabacalera en Gijón, pone de manifiesto la necesidad de una planificación rigurosa y de la participación de expertos en la materia. Fernández León critica la falta de estudios analíticos que definan el futuro de estas instituciones, lo que podría llevar a decisiones apresuradas y mal fundamentadas.
El mecenazgo privado también juega un papel crucial en el sostenimiento de la cultura, aunque Fernández León advierte que no puede ser la única fuente de financiación. La dependencia excesiva del patrocinio privado puede comprometer la autonomía y la diversidad cultural. En este sentido, la creación de una ley de mecenazgo que fomente la inversión privada en la cultura es un paso positivo, pero debe complementarse con un sólido apoyo público.
La cultura asturiana, a pesar de sus retos, sigue siendo vibrante y activa. Fernández León destaca que hay un capital cultural significativo que puede ser aprovechado para fomentar la colaboración y la visibilidad de las prácticas culturales contemporáneas. La clave está en encontrar un equilibrio entre la tradición y la innovación, permitiendo que las nuevas generaciones se sientan representadas y conectadas con su patrimonio cultural.
Finalmente, el experto concluye que Asturias tiene la oportunidad de dar un salto adelante en su política cultural, pero para ello es necesario un compromiso colectivo que trascienda las diferencias políticas y busque un consenso en torno a la cultura como un bien común. La cultura no solo debe ser un elemento de entretenimiento, sino un motor de desarrollo social y económico que beneficie a toda la comunidad.