La vida de Eugenio Salomón es un relato fascinante que entrelaza el ajedrez con la historia personal y familiar. Nacido en Gijón en 1929, Eugenio se convirtió en un prodigio del ajedrez desde muy joven, logrando derrotar al campeón de España en una exhibición a la edad de 14 años. Este momento marcó el inicio de una trayectoria que lo llevaría a jugar contra grandes maestros y a vivir experiencias extraordinarias.
Eugenio recuerda con claridad el momento en que escuchó por primera vez la palabra «ajedrez». Fue en 1939, cuando un compañero de clase le habló de su tío, Antonio Rico, quien había ganado un torneo en Gijón por delante del famoso campeón mundial Alexander Alekhine. Esta conexión inicial con el ajedrez se transformó en una pasión que lo acompañaría toda su vida.
El contexto histórico en el que creció Eugenio fue tumultuoso. La Guerra Civil Española despojó a su familia de su fortuna, y su padre, Robert Salomon, se convirtió en un héroe al defender Madrid contra las tropas franquistas. Robert fue capturado y enviado a un campo de concentración en Francia, donde sobrevivió a duras penas y logró escapar para unirse al ejército inglés. Su historia de valentía y resistencia dejó una profunda huella en Eugenio, quien a menudo reflexiona sobre el impacto que tuvo en su vida.
La relación entre padre e hijo fue compleja y marcada por la separación. Eugenio no vio a su padre durante casi cinco años, hasta que finalmente se reunieron en Gijón en 1941. Jugar al ajedrez juntos fue una forma de reconectar, pero la vida de Robert continuó llena de desafíos, incluyendo otro periodo en un campo de concentración antes de emigrar a Cuba.
En 1944, Eugenio tuvo la oportunidad de conocer a su ídolo, Alexander Alekhine, durante el primer Torneo Internacional de Gijón. Este encuentro fue significativo no solo por la admiración que sentía por el campeón, sino también por el consejo que Alekhine le dio: «El ajedrez no es algo a lo que debamos dedicar toda nuestra vida». Este consejo resonó en Eugenio, quien a lo largo de su vida ha equilibrado su amor por el ajedrez con otras pasiones y responsabilidades.
A medida que avanzaba en su carrera, Eugenio continuó destacándose en el ajedrez, participando en torneos y exhibiciones. Sin embargo, su vida dio un giro inesperado cuando, tras la llegada de Fidel Castro al poder en Cuba, decidió abandonar la isla. Con solo cinco dólares en el bolsillo y sin dominar el inglés, Eugenio llegó a Nueva York, donde comenzó una nueva etapa de su vida.
En Estados Unidos, Eugenio se reinventó. Se casó, tuvo cuatro hijos y, aunque se alejó del ajedrez durante muchos años, el espíritu de su padre siempre lo acompañó. En 1968, tras 16 años de ausencia, volvió a competir en torneos, recordando la intensidad y la pasión que había sentido en su juventud.
La historia de Eugenio Salomón es un testimonio de resiliencia y pasión. A través del ajedrez, no solo ha mantenido viva la memoria de su familia y su historia, sino que también ha inspirado a otros a seguir sus sueños, sin importar los obstáculos que se presenten. Su vida es un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, siempre hay espacio para la esperanza y la reinvención.