Ribadesella, un concejo asturiano conocido por su impresionante patrimonio natural y cultural, alberga un tesoro arqueológico que, a pesar de su gran valor científico, permanece en gran medida desconocido para el público general. La cueva de El Cierro, situada en Fresnu, es un ejemplo perfecto de este legado oculto. Aunque Tito Bustillo es la cueva más famosa de la región, El Cierro ofrece una secuencia cronológica de ocupación humana que abarca desde hace 40.000 hasta 8.000 años, lo que la convierte en un sitio de gran interés para los investigadores y amantes de la prehistoria.
### Un Viaje a Través del Tiempo
La historia de El Cierro es fascinante y está íntimamente ligada a la figura de Jesús Francisco Jordá Pardo, profesor de Prehistoria en la UNED. Jordá ha dedicado gran parte de su vida a investigar esta cueva, siguiendo los pasos de su padre, Francisco Jordá Cerdá, quien inició las excavaciones en 1959. Durante sus investigaciones, su padre y su equipo descubrieron una rica acumulación de materiales del Magdaleniense Inferior y del Solutrense, así como indicios de ocupaciones del Auriñaciense en la base de la cueva. Esta diversidad de materiales sugiere que El Cierro fue habitada por diferentes grupos humanos a lo largo de milenios, incluidos neandertales y Homo sapiens.
Desde 2014, el equipo de investigación liderado por Jordá y Esteban Álvarez, de la Universidad de Salamanca, ha retomado el estudio de los materiales encontrados en el Museo Arqueológico de Asturias, que provienen de las primeras excavaciones. Además, se han llevado a cabo nuevas intervenciones en la cueva, lo que ha permitido ampliar el conocimiento sobre su ocupación prehistórica. La sala principal de El Cierro presenta restos de ocupaciones que datan del final del Paleolítico Medio y del Auriñaciense, así como niveles del Gravetiense y del Solutrense, lo que demuestra la riqueza arqueológica del lugar.
### La Importancia de la Conservación
Uno de los aspectos más destacados de El Cierro es su potencial para ofrecer información valiosa sobre la vida de los seres humanos en la prehistoria. La cueva contiene una variedad de restos óseos, herramientas líticas y otros artefactos que permiten a los investigadores reconstruir el modo de vida de las comunidades que habitaron la región. Sin embargo, a pesar de su importancia científica, El Cierro sigue siendo un lugar poco conocido y no visitable para el público en general. Jordá ha expresado su deseo de que la Consejería de Cultura de Asturias considere la posibilidad de museizar la cueva y poner en valor su riqueza arqueológica.
La falta de acceso a El Cierro no solo limita la apreciación pública de este patrimonio, sino que también dificulta la divulgación de los hallazgos arqueológicos. La cueva es un sitio de investigación activa, y Jordá y su equipo continúan trabajando para desenterrar más secretos de su pasado. La idea es seguir excavando en la sala de Natividad, donde se han encontrado indicios de ocupaciones magdalenienses y solutrenses, con la esperanza de descubrir más sobre la secuencia de ocupación que caracteriza a este yacimiento.
El compromiso de Jordá con la investigación y la conservación de El Cierro es evidente. Él reconoce que el futuro de la investigación en este sitio dependerá de las nuevas generaciones de arqueólogos que continúen el trabajo que él y su padre han iniciado. A medida que se acerca al final de su carrera, Jordá se siente honrado de poder llevar a cabo el legado de su padre y está decidido a asegurar que los materiales encontrados en la cueva sean estudiados y exhibidos adecuadamente en el Museo Arqueológico de Asturias, donde pertenecen.
La historia de El Cierro es un recordatorio de la riqueza cultural y científica que se encuentra en Asturias. A medida que se realizan más investigaciones y se descubren nuevos hallazgos, es fundamental que se tomen medidas para proteger y promover este patrimonio, asegurando que las futuras generaciones puedan aprender sobre la historia de la humanidad a través de estos valiosos sitios arqueológicos. La cueva de El Cierro, aunque menos conocida que Tito Bustillo, tiene mucho que ofrecer y merece ser reconocida como un pilar fundamental en el estudio de la prehistoria en la cornisa cantábrica.