En una tarde de verano en Paniceiros, el sol brilla intensamente sobre la pequeña aldea, donde los ecos de risas y recuerdos de infancia se entrelazan con la tristeza por la pérdida de uno de sus hijos más ilustres, el escritor Xuan Bello. Este lugar, que fue testigo de sus veranos más felices, se convierte en un escenario de reflexión y homenaje a su vida y obra.
La capilla de Santu Antón y Santa Marina, rehabilitada con cariño, se erige como un símbolo de la comunidad que Bello tanto amó. En su interior, la brisa suave parece llevar consigo las memorias de un tiempo en el que los habitantes de Paniceiros vivían en armonía con la naturaleza, cultivando la tierra y construyendo sus hogares con esfuerzo y dedicación. Xuan Bello, quien dedicó su vida a plasmar en palabras la esencia de su entorno, dejó un legado literario que busca preservar la historia de un mundo que se desvanecía.
Los vecinos de Paniceiros, sumidos en el dolor por su partida, encuentran consuelo en los recuerdos compartidos. Algunos prefieren permanecer en el anonimato, pero otros, como José Álvarez Rodríguez y Pepe’l Sueiru, abren sus puertas y corazones para recordar al escritor. José, quien trabajó como administrativo en Gijón, regresa a Paniceiros para cuidar de la huerta familiar y mantener viva la memoria de su amigo. Recuerda con cariño cómo Bello lo retrató en sus historias, donde él mismo aparece como un niño que enseñaba a sus compañeros.
La conexión entre los habitantes de Paniceiros y Xuan Bello es palpable. Cristina Fernández, la residente más joven del pueblo, recuerda con cariño el funeral del escritor, donde tuvo la oportunidad de leer uno de sus poemas más conocidos. Para ella, estos versos son un reflejo de su hogar y de las vivencias compartidas con Bello. La joven expresa su deseo de permanecer en el pueblo, donde se siente feliz y conectada con sus raíces.
María, otra de las vecinas, también comparte su tristeza por la pérdida de Bello. Vive en Oviedo, pero regresa a Paniceiros con frecuencia para desconectar de la rutina. La última vez que vio a Xuan fue en el entierro de su madre, un momento que resuena en su memoria. Ella recuerda las palabras que intercambiaron, llenas de cariño y complicidad, reflejando la cercanía que existía entre ellos.
Isabel d’Anuca, madre de María, muestra con orgullo los libros dedicados por Bello a su familia. Cada dedicatoria es un testimonio del vínculo especial que compartieron. Isabel recuerda cómo Bello, conocido en el pueblo como Juanjo o Juanjín Manulón, era una persona extraordinaria, cuya sensibilidad y talento dejaron una huella imborrable en todos los que lo conocieron.
Las historias de Paniceiros están impregnadas de la esencia de Xuan Bello. Los vecinos rememoran tiempos pasados, cuando la aldea era un bullicio de actividad agrícola y social. Hablan de las cosechas de trigo y de las vacas que antaño pastaban en los prados, contrastando con la realidad actual, donde solo unos pocos continúan con esas tradiciones.
La capilla, situada en un lugar privilegiado, ofrece vistas al mar de Caneiro en días despejados, un recordatorio de la belleza natural que Bello tanto apreciaba. Los habitantes de Paniceiros sienten que, a través de sus palabras, el escritor logró capturar la esencia de su hogar, convirtiendo su experiencia en un legado literario que perdurará en el tiempo.
La comunidad se une en su dolor, pero también en su orgullo por haber compartido momentos con un hombre que dedicó su vida a contar sus historias. Las memorias de Xuan Bello seguirán vivas en Paniceiros, donde cada rincón evoca su presencia y su amor por la tierra que lo vio crecer. En cada conversación, en cada recuerdo, su legado literario y humano se entrelaza con la vida cotidiana de este pequeño pueblo asturiano, asegurando que nunca será olvidado.