La situación en Trípoli, la capital de Libia, ha alcanzado un punto crítico tras el asesinato del líder de una milicia local, lo que ha desatado intensos combates entre facciones rivales. Este conflicto ha llevado a la retención de un grupo de nueve españoles en un hotel de la ciudad, quienes se encontraban allí en una misión comercial. La violencia ha sorprendido a muchos, incluyendo a los extranjeros que se encontraban en la ciudad en el momento del estallido de los enfrentamientos.
Los combates comenzaron el pasado lunes y han escalado rápidamente, obligando a la población a refugiarse en sus hogares. Entre los atrapados se encuentra Begoña Costales, una empresaria con experiencia en África, quien ha compartido su angustiante experiencia. «Llevamos toda la noche oyendo tiroteos y bombardeos», relató Costales, quien ha estado trabajando en Libia durante dos años. El grupo, que incluye a representantes de la Cámara de Comercio de Tarragona y otras empresas de diversas regiones de España, llegó a Trípoli justo cuando la situación se tornaba peligrosa.
La misión de la ONU en Libia (UNSMIL) ha expresado su preocupación por la escalada de violencia y ha advertido sobre el riesgo de que la situación se descontrole aún más. La misión ha instado a todas las partes a cesar las hostilidades y ha manifestado su alarma por los informes de bajas civiles. La situación es especialmente crítica en los barrios densamente poblados de Trípoli, donde residen aproximadamente 1,7 millones de personas.
La tensión entre las facciones armadas que controlan Trípoli ha ido en aumento en las últimas semanas. El conflicto actual involucra a la Brigada 444, que apoya al primer ministro Abdulhamid al-Dbeibah, y a la Fuerza Especial de Disuasión (Rada), la última gran facción armada activa en la capital. Desde el inicio de los combates, se han reportado al menos seis muertes, y los enfrentamientos se han extendido a diferentes áreas de la ciudad.
Los españoles retenidos han estado en contacto constante con la embajada de España, que les ha proporcionado instrucciones sobre cómo actuar en esta situación crítica. Inicialmente, se les aconsejó permanecer en el hotel, pero a medida que la violencia se intensificó, fueron trasladados al sótano del edificio para mayor seguridad. «Nos dicen que estemos tranquilos, que están tratando de sacarnos de aquí, pero estamos oyendo los tiros», comentó Costales, quien se encuentra en una situación de incertidumbre.
El aeropuerto de Trípoli fue cerrado a primera hora del martes, lo que ha complicado aún más la evacuación de los españoles. La embajada está trabajando para garantizar la seguridad de sus ciudadanos, pero la situación en la ciudad sigue siendo volátil. Los combates se desarrollan a escasos metros del refugio donde se encuentran, lo que dificulta cualquier intento de traslado a la sede diplomática.
La inestabilidad en Libia no es nueva. Desde el derrocamiento de Muamar el-Gadafi en 2011, el país ha estado sumido en un caos político y militar, dividido entre facciones rivales. Aunque había habido un periodo de relativa calma desde la tregua de 2020, el reciente estallido de violencia ha puesto en evidencia la fragilidad de la situación en el país. Los temores de que el conflicto se extienda a otras regiones de Libia son palpables, especialmente con la llegada de milicias de otras partes del país que podrían intensificar la lucha.
La comunidad internacional observa con preocupación el desarrollo de los acontecimientos en Trípoli. La ONU ha reiterado su compromiso con la paz y la estabilidad en Libia, pero la realidad sobre el terreno es compleja y peligrosa. Los españoles atrapados en el hotel son un reflejo de la vulnerabilidad de los ciudadanos y extranjeros en un país donde la violencia puede estallar en cualquier momento.
Mientras tanto, el grupo de españoles espera con ansiedad la posibilidad de ser evacuados. La incertidumbre y el miedo son palpables, pero también hay un sentido de resiliencia entre ellos. «Estamos aquí, esperando a que la situación se calme para poder salir», concluyó Costales, quien ha vivido en África durante más de una década y ha enfrentado situaciones difíciles en el pasado, pero nunca algo tan aterrador como lo que están viviendo ahora.