El Sanatorio Marítimo de Gijón ha celebrado recientemente su 80 aniversario, un hito que marca no solo la historia de un edificio, sino la evolución de un centro que ha sabido adaptarse a las necesidades de la comunidad. Fundado originalmente como un hospital infantil en 1943, el Sanatorio Marítimo ha transformado su misión a lo largo de los años, enfocándose en la atención a personas con discapacidad intelectual. Hoy en día, este centro es un referente en la región, ofreciendo un espacio donde la inclusión y la felicidad son la norma.
La estructura del Sanatorio Marítimo es acogedora y funcional, con amplios pasillos y aulas que fomentan la interacción y el aprendizaje. Actualmente, alberga a 42 alumnos en su colegio de educación especial, 110 usuarios en el Centro de Apoyo a la Integración (CAI) y 155 residentes. La filosofía del centro se basa en la adaptación de las actividades a las capacidades y preferencias de cada usuario, garantizando que todos tengan un papel activo en su día a día. Marcos Alonso, gerente del Sanatorio, y Arancha Domínguez, directora del CAI, destacan que «se procura que todos tengan una ocupación».
### Actividades y Vida Diaria en el Sanatorio Marítimo
Los usuarios del Sanatorio Marítimo participan en una variedad de actividades que van desde la educación hasta talleres ocupacionales. Carmen, una residente con 27 años en el centro, comparte su experiencia: «Los lunes hacemos cocina; los miércoles, educación de adultos». Además, se dedica a clasificar y repartir ropa limpia entre los residentes. Por otro lado, María José, quien se unió al centro hace un año, disfruta de talleres de manualidades y relajación, adaptados a su unidad de envejecimiento positivo.
Isaac, otro de los usuarios, vive de forma semi-independiente en uno de los pisos del Sanatorio en El Coto. Él se encarga de las tareas del hogar y asiste a talleres ocupacionales, donde también participa en actividades recreativas como el fútbol y la petanca. Ayleen, quien comenzó como alumna en el colegio de educación especial, ahora es residente y lleva una vida activa, participando en deportes y ayudando en la cafetería del centro.
La diversidad de edades en el Sanatorio Marítimo es notable, con usuarios que van desde los 8 hasta los 80 años. Esta amplia gama de edades enriquece la experiencia de todos, promoviendo un ambiente de aprendizaje y convivencia intergeneracional. La media de edad de los residentes es de 51 años, mientras que los que asisten al CAI tienen una media de 40 años. Esta diversidad no solo beneficia a los usuarios, sino que también contribuye a la visibilidad y normalización de la discapacidad intelectual en la sociedad.
### Un Centro de Puertas Abiertas y Compromiso Social
El Sanatorio Marítimo se enorgullece de ser un «centro de puertas abiertas», donde se busca combatir el estigma asociado a la discapacidad. Ayleen menciona que reciben visitas de colegios, lo que permite a los estudiantes conocer de primera mano la vida en el centro. Además, los usuarios también visitan escuelas para compartir sus experiencias, fomentando así un diálogo que ayuda a derribar barreras y prejuicios.
A lo largo de sus 80 años, el Sanatorio Marítimo ha recibido reconocimientos importantes, como la Medalla de Plata de Asturias en 1995 y la Medalla de Plata de Gijón en 2005. También fue parte del Premio Princesa de Asturias de la Concordia en 2015, otorgado a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Estos galardones reflejan el respeto y la admiración que ha ganado el centro en la comunidad.
Con miras al futuro, el Sanatorio Marítimo planea continuar mejorando sus instalaciones. Tras una reciente inversión de un millón de euros en obras de ampliación y adecuación, se prevé la reforma y ampliación del comedor y la cocina, una necesidad que se había identificado antes de la pandemia. Esta mejora es parte del compromiso del centro por ofrecer la mejor calidad de vida posible a sus usuarios.
El Sanatorio Marítimo no solo es un lugar de atención, sino un hogar donde se cultiva la felicidad y la inclusión. A medida que avanza hacia su próximo capítulo, sigue siendo un faro de esperanza y un ejemplo de cómo la comunidad puede unirse para apoyar a sus miembros más vulnerables.