La mañana del 28 de abril de 2025, Asturias se vio sumida en un apagón que dejó a toda la región sin electricidad. Este evento, que afectó a gran parte de España, provocó una serie de reacciones y situaciones inesperadas que revelaron tanto la fragilidad de nuestra dependencia de la tecnología como la capacidad de adaptación de las personas ante la adversidad. Desde la perplejidad inicial hasta la improvisación de soluciones, el apagón se convirtió en un fenómeno social que merece ser analizado.
La vida cotidiana se detuvo de manera abrupta. Los ascensores dejaron de funcionar, los sistemas de pago en supermercados y tiendas se paralizaron, y la comunicación a través de teléfonos e internet se volvió imposible. En un instante, la rutina diaria se transformó en un caos controlado, donde la falta de luz eléctrica se convirtió en el catalizador de una serie de comportamientos humanos fascinantes. La gente, lejos de entrar en pánico, mostró una sorprendente calma. En las terrazas de los bares, las conversaciones fluyeron con una naturalidad que parecía recordar tiempos más simples, donde el contacto humano era la norma y no la excepción.
### Adaptación y Creatividad en Tiempos de Crisis
El apagón trajo consigo una serie de desafíos, pero también oportunidades para la creatividad y la adaptación. En los hogares, aquellos que dependían de la electricidad para la preparación de alimentos se vieron obligados a improvisar. Las ensaladas frescas y los bocadillos de mejillones se convirtieron en opciones populares, mientras que otros se apresuraron a abastecerse de linternas, pilas y hornillos de gas en las ferreterías locales. La demanda de estos artículos se disparó, agotando rápidamente los suministros disponibles.
Los parques y espacios públicos se transformaron en puntos de encuentro. Familias y amigos se reunieron al aire libre, disfrutando del sol y de la compañía mutua. Las risas y las charlas resonaban en el aire, creando un ambiente de camaradería que contrastaba con la oscuridad que reinaba en los hogares. La falta de electricidad, lejos de ser un obstáculo, se convirtió en una excusa para reconectar con los demás y disfrutar de la simplicidad de la vida.
En la vieja estación de La Manjoya, un grupo de mujeres mayores se reunió para compartir historias y recuerdos, destacando la importancia de la radio a pilas como fuente de información y entretenimiento. Este momento evocó la nostalgia de épocas pasadas, donde la comunicación se basaba en la inmediatez de la voz y no en la inmediatez de la pantalla. La radio, en este contexto, se convirtió en un símbolo de resistencia y conexión en un mundo que avanza rápidamente hacia la digitalización.
### La Dualidad del Apocalipsis
El apagón también trajo consigo una reflexión sobre la dualidad del apocalipsis. Por un lado, la falta de electricidad generó un ambiente de incertidumbre y caos. Las calles, sin semáforos que regulasen el tráfico, se convirtieron en un escenario donde los coches circulaban con cautela, y los pasos de cebra se transformaron en zonas de seguridad improvisadas. Sin embargo, por otro lado, este mismo evento permitió que las personas se reconectaran con la naturaleza y entre sí, creando un sentido de comunidad que a menudo se pierde en la vida moderna.
A medida que la tarde avanzaba, la electricidad comenzó a regresar a algunos barrios, pero la experiencia del apagón dejó una huella en la memoria colectiva de los asturianos. La sensación de haber vivido un momento único, donde la vida se redujo a lo esencial, generó una reflexión sobre la dependencia de la tecnología y la importancia de las relaciones humanas. En un mundo donde la inmediatez y la conectividad son la norma, el apagón se presentó como una oportunidad para recordar lo que realmente importa.
La noche del 28 de abril de 2025 no solo fue un apagón eléctrico; fue un recordatorio de la fragilidad de nuestra infraestructura y de la resiliencia del espíritu humano. A medida que las luces volvían a encenderse, la ciudad se preparaba para retomar su ritmo habitual, pero con una nueva perspectiva sobre la vida, la comunidad y la conexión humana. Este evento, aunque disruptivo, se convirtió en una lección sobre la importancia de valorar los momentos simples y las relaciones que nos unen, incluso en tiempos de crisis.