La gala de los Best Chef Awards, celebrada recientemente en Milán, ha dejado claro que la cocina de élite sigue siendo un terreno en el que Rasmus Munk, chef del restaurante Alchemist en Copenhague, se destaca por encima de todos. Munk ha sido coronado como el mejor chef del mundo por segundo año consecutivo, un logro que no solo resalta su talento, sino que también plantea preguntas sobre la representación de la gastronomía española en un evento que tradicionalmente ha estado dominado por chefs de este país.
En esta edición, Munk fue seguido en el podio por la chef eslovena Ana Roš, del restaurante Hiša Franko, y el chef indio Himanshu Saini, de Trèsind Studio en Dubái. La ausencia de chefs españoles en el podio ha sorprendido a muchos, dado que en años anteriores, figuras como Dabiz Muñoz y Joan Roca habían monopolizado los primeros lugares. Sin embargo, a pesar de que 54 cocineros españoles fueron reconocidos en la lista, su impacto se ha diluido entre más de 700 galardonados.
Una de las novedades más destacadas de esta edición fue la inclusión de Nacho Manzano, del restaurante Casa Marcial, quien ha escalado directamente a la categoría de tres cuchillos. Esta categoría incluye a otros nombres reconocidos como Joan Roca, Dabiz Muñoz y Martín Berasategui, quienes han sido pilares de la gastronomía española en el ámbito internacional. Además, se observó un aumento en la representación de chefs españoles en las categorías de dos y un cuchillo, aunque algunos nombres consagrados como Fina Puigdevall y Martina Puigvert han visto descensos en su clasificación.
El sistema de votación de los Best Chef Awards ha sido objeto de críticas. Con un jurado de 972 votantes, más de la mitad son chefs, mientras que el resto se clasifica como «profesionales del sector». Esta ambigüedad ha generado dudas sobre la transparencia y la equidad del proceso. Desde su inicio en 2017, el evento ha evolucionado de un ranking de los 100 mejores chefs a un formato que solo revela los tres primeros, con el resto de los participantes distribuidos en categorías de uno, dos o tres cuchillos.
El evento ha recorrido varias ciudades importantes como Barcelona, Varsovia, Madrid y Dubái, antes de llegar a Milán este año. Sin embargo, algunos críticos argumentan que la gala se ha convertido en un evento autocomplaciente, donde las grandes figuras de la cocina se limitan a celebrar sus propios logros sin un verdadero sentido de competencia.
El triunfo de Munk no es sorprendente, considerando su enfoque innovador y su menú exclusivo que incluye más de 50 platos, con un precio que supera los 720 euros, sin incluir bebidas. Este tipo de experiencia gastronómica, que se ofrece en un entorno espectacular como el de un planetario, refleja una tendencia hacia la gastronomía de lujo, donde la presentación y la experiencia son tan importantes como el sabor.
En la misma gala, se otorgaron premios especiales a varios chefs españoles, destacando a José Andrés por su labor humanitaria, Quique Dacosta por su arte culinario y Diego Guerrero por su contribución a la ciencia. Estos reconocimientos subrayan la importancia de la cocina española en el contexto global, aunque su ausencia en el podio principal genera un debate sobre la dirección futura de la gastronomía en España.
La lista completa de chefs españoles premiados incluye a aquellos con tres cuchillos como Albert Adrià, Andoni Luis Aduriz y Ángel León, así como a otros destacados con dos y un cuchillo. Este reconocimiento a la diversidad y al talento emergente en la cocina española es un signo positivo, aunque la falta de representación en los niveles más altos plantea interrogantes sobre el futuro de la gastronomía nacional en competiciones internacionales.
En resumen, la gala de los Best Chef Awards ha reafirmado la posición de Rasmus Munk como un líder en la gastronomía mundial, mientras que la ausencia de chefs españoles en el podio principal invita a una reflexión sobre la evolución de la cocina en España y su representación en el escenario global.